lunes, 30 de agosto de 2010

NO ES MEJOR JUEZ EL RIGUROSO QUE EL COMPASIVO

El árbitro como representante de la autoridad y de poder debe administrar los partidos con una justicia suavizada por la condescendencia, alguien debe frenar el rigor del reglamento pues no es mejor el juez riguroso que el compasivo; se dice que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar y muy compleja para explicar. No obstante esta herramienta psicológica es importante en la labor arbitral pues a veces para solucionar inconvenientes, es mejor adoptar una posición flexible, conozca porque es importante en un partido ser tolerante.

Prudencia al impartir justicia

El significado clásico de la palabra tolerancia en el arbitraje ha sido “permitir ciertas cosas sin aprobarlas”, pero ¿Qué tipo de cosas se deben permitir? El no respetar las reglas de juego que hacen posible un partido no está incluido en este ítem ya que si algunos no respetan esas reglas comunes, la convivencia se deteriora y el partido no termina. Por ello, quien ejerce la autoridad está obligado a defender el cumplimiento de la normas, a capa y espada, sin embargo, defender una ley o una norma implica casi siempre no tolerar su incumplimiento aunque existan situaciones que hacen aconsejable permitir posiciones flexibles.

Apriete y afloje

Decidir cuándo y cómo conviene ser tolerante en el arbitraje o no es un arte difícil que exige conocer a fondo la situación, evaluar lo que está en juego, sopesar los pros y los contras, anticipar las consecuencias y ahí si tomar la decisión; al no hacerlo se pone en juego el propio prestigio de la autoridad, muchos árbitros interpretan la tolerancia como señal de debilidad. Eso no es cierto, el ejercicio de esta se ha considerado siempre como una manifestación muy difícil de prudencia en el arte de impartir justicia por eso hay que distinguir cuándo hay necesidad de apretar y cuándo aflojar, si responde con violencia, los jugadores responden con violencia, además si el silbato aplica el “ojo por ojo”, lo único que conseguirá serán problemas.

¿Cuándo se debe tolerar algo?

La respuesta genérica es, siempre que de no hacerlo se estime que ha de ser peor el remedio que la enfermedad, se debe permitir cuando se piense que impedirlo provocará un mal mayor. Desde siempre se ha dicho que en los partidos es propio del árbitro competente permitir las transgresiones menores para evitar las mayores, pero la aplicación de este criterio no es nada fácil, pues existen una disyuntiva, por un lado hay que ejercer la tolerancia y por otro, no todo puede tolerarse, lo cual resulta un arduo problema. En los límites entre lo tolerable y lo intolerable, el árbitro juega un papel primordial y no debe consentir ninguna acción que atente contra el espíritu del juego y las buenas costumbres necesarias para conservar el control de un partido; en todo lo que la ley permite, se puede ser flexible.

Formas de tolerancia

En los últimos años en el arbitraje se aprecia la tolerancia de tres formas la primera en el abuso de la palabra, dicen los instructores que el grado de eficacia de un consejo del árbitro está en relación inversa al número de veces que lo repite; la segunda en la intolerancia enmascarada, debajo de muchas exhibiciones de tolerancia se esconde la paradoja del “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, muchos árbitros creen que no permitiéndoles nada a los jugadores los van respetar más y van a tener el control siempre; por último, en el deslizamiento de la tolerancia hacia el permisivismo se encuentra la tercera forma, pasearse a los extremos también es malo porque permitir todo es nocivo, dañino y no refleja autoridad

Ejérzala con prudencia

En lo que la ley no permite, el juez puede ejercer la tolerancia con prudencia, pero hay leyes injustas que toleran la injusticia, y jueces que juegan con las leyes justas, la violación de la justicia por el máximo responsable de protegerla no es una sorpresa para nadie, y sólo cabe evitarla, esas situaciones constituyen la justificación y el ámbito de la tolerancia entendida como permisión de cosas que en otras circunstancias no se permitirían. Esto es precisamente la primera acepción de tolerancia, prerrogativa del que tiene “la sartén por el mango”, que libremente modera el ejercido del poder “Si acaso doblas la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.

Por: Jose Borda
Fuente: Revista Arbitros

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